domingo, 2 de agosto de 2009

Un whisky en el armario

From a Motel 6 y la revolución del video. Una imagen granulada y pixelada, azulada. Alguien tiene una campera naranja y el sol da en el lente flureando todo. La cámara está contrapicada. Nunca voy a tener esa vida. Claramente.
Tener un whisky en el armario ayuda para olvidarse de ese hecho fundamental. Pulmonar tabaco también. Me generan odio los drogadictos, prefiero un fisura vomitándome la alfombra. Vomitando bilis, si es posible. Igualmente, por mucho whiksy, tan intelectual como mediocre, que ingiera, nunca logro estar lo suficientemente borracho como para dejar de pensar y que todo me importe una mierda. Me doy cuenta.
Me quedaba algo de una botella de la semana, una marca que no conocía pero que al menos no era el más barato. Toqué el timbre.
- ¿Qué llevás ahí? –dijo Julio.
- Me quedaba un toque.
- Piola. Yo tengo unas birras.
Entré y empezamos a buscar música para el último corto. No iba ninguna. Tocamos la guitarra y tomamos dos cervezas. Llegó Alejandro con un fernet.
- ¿Adónde vamos después?
- A una fiesta.
- ¿Hay chicas?
- No sé si hay chicas… pero es una fiesta.
Después de las cervezas nos servimos unos whiskys. Sonaba Yo la tengo y sentí que debería ser de día o algo así. Yo quería desmayarme. Creo que debe ser la mejor manera de irse a dormir. Se acabó el whisky y Julio le robó uno al padre, uno de verdad, y tomamos unos vasos más. Después sacamos el fernet de Alejandro y una coca de la heladera, y lo hicimos y lo tomamos y el fernet es una basura porque me da ganas de vomitar y tengo la costumbre enfermiza de dejar que el vómito fermente en el estómago y no dejarlo salir más porque creo que es mejor así porque sino no me desmayo. Igualmente no me desmayo. Quería más whisky pero ya iba a explotar. Odié nuevamente a mi estómago por ser más sensible al alcohol que mi cabeza.
En un momento no supe qué pasaba, pero quería romper las cosas. Pero eran de Julio. Salgamos que quiero un cigarrillo. Vamos a la fiesta. Dale vamos vamos.
Abrió la puerta y salimos los tres. Caminamos hasta El Porteño a comprar una cerveza, tambaleándonos. Todavía estaba demasiado sobrio, como siempre. Y fue entonces cuando vimos la hora. Eran las cinco de la mañana.
- Drogadictos de mierda, no podemos ir a esta hora para una fiesta, ya debe estar muy muerta.
- La puta madre.
- Cada vez más fisura, Jules, la puta madre.
- La próxima sale. Por favor.
Terminamos la cerveza sentados en un escalón y Alejandro corrió a su colectivo con los rulos al viento. Pensé que tenía talento en el cine, más que yo al menos, o al menos más actitud, o más queseyó, y me acordé que volvía la facultad y que no tenía la menor intención consciente de ir, pero que claramente no me quedaba otra, y que tenía que conseguir un trabajo para tener excusa, y que tenía que cagar a puteadas a una mujer, y que tenía que ser un poco menos forro con otra, y que igual no tenía sentido, si total no me iba a casar ni hoy ni mañana ni nunca, y que se vayan a la mierda estoy muy mareado y no puedo caminar derecho pero todavía me faltaría muchísimo whisky para caer desmayado que es lo que necesito ahora que puedo necesito caer desmayado no quiero dormirme quiero desmayarme.
Julio abrió la puerta, agarramos unas galletitas y subimos a la habitación. Tomé agua para no vomitar, comí algunas galletitas y me tiré en el puf. La puta madre, voy a tener que comprar otro. Algo en el armario hay que tener. Julio me hablaba. Me quedé dormido.