lunes, 8 de junio de 2009

Otro cigarrillo

Salimos a la calle, ella y yo. Adentro del bar el aire estaba ya muy viciado, y el resto del grupo ya tenía demasiada cerveza encima como para permitir una charla tranquila. Eran gritos y risas exaltadas que se intercambiaban como tiros en una guerra. Clara me había estado mirando con esa mirada que pone cuando las cosas no están bien, esa que indica que necesita charlar un rato. Era una persona muy expresiva. Con sólo saludarla me podía dar cuenta de qué estado de ánimo tenía, y qué tipo de crisis estaba atravesando. Las crisis de angustia o de depresión eran muy propias de ella, y hacía lo que podía para combatirlas, cuando podía. Cuando no, era otra historia.
Afuera el clima era mucho mejor. Estaba fresco y seco, y la luz de la calle, amarilla, era más amigable que la del interior. Nos apoyamos contra el vidrio de la pared del bar, y ella sacó un cigarrillo. Yo me limité a verla encenderlo, con las manos en los bolsillos de mi campera.
- Dios –dijo después de una pitada.
- ¡No te deprimas! –me quejé, buscando iniciar la conversación que ella necesitaba.
- Bueno, ya me deprimí –me aclaró. Esperó unos momentos –Jodete –agregó.
Nos quedamos callados unos momentos. Había otros pequeños grupos cerca nuestro, fumando y charlando animadamente. Me sentía bien. El fresco de la noche me alegraba el ánimo, y el olor del tabaco de Clara me hacía sentir vivo. La miré y sentí un poco de pena.
- Boludo, no sabés la angustia que tengo.
- Bueno, sí sé. Y te entiendo, pero tenés que entender que ya fue ese flaco. Fue hace mucho más que anoche.
- Ya sé, pero igual. O sea, es una cuestión de respeto –miró a la calle y a los grupos de gente por primera vez desde que habíamos salido. Después miró adentro, a nuestro propio grupo, cuyo griterío se escuchaba desde donde estábamos -. Se están re divirtiendo –sonrió. Me di cuenta que me iba a contar la historia que sólo había amagado a resumir –. Yo no entiendo cómo se puede ser tan forro. Llegué a la fiesta esa de mierda y no tenía ni idea de que iba a estar.
- ¿Qué fiesta era?
- Una de la uba. No me acuerdo ni de qué facultad, estaba medio borracha. Pero estaba ahí, bailando con las chicas, y lo veo pasar justo al lado mío. Le toqué el hombro y me miró. Se quedó un toque mirándome y después me puso cara de lástima. Qué forro –succionó furiosamente el humo de su cigarrillo y lo expulsó por la nariz -. Qué forro. Estaba muy muy borracho, muchísimo más que yo, era una cosa increíble. “¿Cómo estás? ¿Te puedo abrazar?” me dice.
- ¿Y le dijiste que sí?
- Y qué le voy a decir. Sí. Y me abraza. Y me da un beso en la mejilla el muy hijo de puta, y me dice perdón perdón y que me quiere de verdad. Estaba muy borracho así que obviamente no me lo tomé en serio, pero se quedó abrazándome durante un rato largo, al punto que miré a las chicas y se rieron, imaginate. Era un abrazo bien alcohólico. Y en eso uno de sus amigos lo agarra y lo separa, y se lo lleva.
- Bueno, no es tan grave.
- No, hasta ahí no. ¿Qué mirás la hora? ¿Querés entrar?
- No, perdón, fue un reflejo –me reí -. Tranquila, paranoica.
- Bueno perdón. El tema es que quince minutos después yo estaba por ahí dando vueltas. No sabía si ir a hablarle o qué, ¿entendés? O sea, ¿tiene sentido o no? Si viene un ex y te dice eso, ¿no le vas a hablar después? –pensé unos momentos.
- Depende de la situación. Pero sí, supongo que tiene sentido.
- ¿Cómo suponés? ¿Tiene o no tiene?
- Sí, sí, tiene.
- Bueno, entonces me estaba decidiendo en ir a hablarle, cuando pasan los tres amigos, solos, al lado mío. Me miran y se van. Yo no me di cuenta de nada, pero les dije a las chicas que iba al baño y me puse a caminar por la fiesta, a ver si lo encontraba. Y en eso lo vi de lejos. Qué hijo de mil putas, me acuerdo y me da toda la bronca. Lo reconocí por lo alto que es. Estaba comiéndose a una rubia teñida asquerosa.
- Uh. ¿Posta? ¿Estás segura que era él?
- Sí, segurísima, boludo. Si es un forro. Me fui sin decirle nada obviamente. Yo pensé que si me pasaba algo así alguna vez me iba a poner re loca, pero me fui así en silencio.
- Qué hijo de puta.
- Mal.
- Yo nunca te hice algo así cuando cortamos.
- Y no, claro. Por eso te sigo hablando.
Ella sacó otro cigarrillo. Me dieron ganas de pedirle uno, pero en realidad no fumaba, y quería que eso siguiera así. Se quedó callada un rato. La miré y me pregunté si era linda, si podría volver con ella. Me respondí a lo primero que efectivamente lo era, y a lo segundo que no sabía. Eso me hizo dar cuenta de que la situación ahí se estaba poniendo peligrosa, y que tal vez era hora de volver adentro y poner gente entre nosotros.
En ese momento escuché que hizo un ruido con su nariz, y me incliné para verle los ojos, que miraban el suelo. Estaba empezando a llorar. En un acto reflejo, sin otra cosa que hacer, la abracé y, como era de esperar, se dejó caer sobre mí, abrazándome a su vez. Teníamos un buen abrazo. Me mojó la campera con lágrimas. Miré adentro para comprobar que no nos veían. Esperé hasta que se calmó. “Tranquila”, le dije un par de veces. Le di un pañuelo, se sonó los mocos y se calmó. Estaba más linda que antes. Qué hijo de puta.
- ¿Volvemos adentro? –propuse.
- No, quedémonos un ratito más.
Y nos quedamos. Sacó otro cigarrillo. Lo fumó entero en silencio, mirando a la calle. Un par de veces desvió la mirada hacia mí y me sonrió, entre incómoda y con vergüenza por tenerme ahí, en esa situación. Cuando lo terminó, pasó delante mío.
- Entremos –dijo.
Y entramos.

1 comentario:

  1. taniii, bueno. nunca había paseado por acá. ¿éste texto está basado en hechos reales?. muy bueno el de los vasitos... la radio está buenísima, aguante the clash, sigan así.

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